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¿Cómo va la Reforma Hacendaria?

En medio de críticas y jaloneos, se aprobó en diciembre del año pasado la Reforma Hacendaria de Peña Nieto. Algunas de las principales medidas de esta reforma fueron, como ya sabemos: no aplicar el IVA a alimentos y medicinas; tampoco aplicar este impuesto a colegiaturas, renta y compra de viviendas, ni a las hipotecas. Los que ahora sí pagan IVA son: los chicles, la comercialización de mascotas, así como los alimentos que éstas últimas consumen. En el caso del ISR para personas físicas se subieron las tasas de acuerdo al nivel de ingresos, con una máxima de 35%. Adicionalmente, se eliminaron dos impuestos: el Impuesto Empresarial a Tasa Única –mejor conocido como IETU– y el Impuesto a los Depósitos en Efectivo, el IDE. Otro de los cambios aprobados fue lo que se refiere al Impuesto Especial de Producción y Servicios (el famoso IEPS), que a partir de este año se está cobrando a alimentos no básicos con alto contenido calórico como: botanas, chocolates y flanes, entre muchos otros, y a los refrescos. Son muchas las modificaciones tributarias y surge la pregunta: ¿cómo va la reforma hacendaria? ¿Se está logrando lo previsto?

Una de las promesas asociadas a la reforma hacendaria –junto con el paquete de otras reformas propuestas– era la de generar crecimiento económico para nuestro país. Quizás esta promesa sea la menos realista de todas, al menos en el futuro cercano. Casi por definición, un aumento en los impuestos provoca la caída del consumo y la inversión. En el caso de la reforma hacendaria, el objetivo es aumentar los ingresos del gobierno y con ello propiciar el gasto público. Es decir, se pretende convertir al gasto público en la variable que impulse a la economía. Para eso lo ideal sería lograr muchas cosas, entre ellas: disminuir la corrupción, aumentar la eficiencia del sector público, focalizar la inversión en proyectos que generen crecimiento, garantizar que el mayor gasto genere resultados, entre otros.

Al día de hoy la promesa de mayor crecimiento no se ha cumplido, sino todo lo contrario. La expectativa de crecimiento para este año era demasiado optimista y eso ha quedado claro con las recientes revisiones a la baja del crecimiento del PIB nacional (de 3.9% a 2.7% en 2014). El propio Secretario de Hacienda, Luis Videgaray, reconoció que la reforma hacendaria tuvo un impacto negativo en el consumo privado y la inversión en el primer trimestre del año. Lo cual, como ya dijimos, es la respuesta natural esperada cuando se aumentan los impuestos. Si bien es cierto que para que la inversión, ya sea pública o privada, se materialice toma tiempo –no sucede de la noche a la mañana– también es verdad que para que la reforma hacendaria genere crecimiento y mejores resultados para la población, necesitan corregirse diversas variables gubernamentales e institucionales.

La otra promesa es que la reforma hacendaria generará más ingresos para el gobierno. Sin duda, un tema importante y necesario, sobre todo considerando –lo ya bien sabido– que en México recaudamos poco, gastamos más de lo que generamos como país, y dependemos excesivamente de los ingresos del petróleo. De acuerdo con el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), en los primeros tres meses del año, los ingresos tributarios aumentaron en 14.9% real respecto al mismo periodo del año pasado. Sin embargo, al ver el crecimiento del total de los ingresos presupuestarios, éste es inferior que el de otros años (2010 y 2012), a pesar de que contamos con la reforma hacendaria. Además, el mismo análisis señala que el aumento observado en los ingresos presupuestarios en el primer trimestre del año es menor que el costo financiero de la deuda en el mismo periodo. Lo cual nos lleva a pensar que o los costos financieros de la deuda son demasiado altos o el esfuerzo por recaudar mayores ingresos no es suficiente para asimilar nuestros niveles de gasto. Quizás son ambas cosas.

Finalmente, está la promesa de “gastar mejor el dinero público” que acompañó a la mencionada reforma. Si se van a aumentar los ingresos del gobierno, al menos que se haga un esfuerzo por reducir gastos superfluos o no prioritarios. En ese sentido, aunque en el primer trimestre se generaron ahorros en los ramos administrativos por poco más de 16 millones de pesos, esta cantidad es demasiado chiquita al compararse con los compromisos y gastos que tiene el gobierno federal. Solo el gasto en la función de desarrollo social sumó poco más de 462 mil millones de pesos en el trimestre. Los ahorros alcanzados por las unidades administrativas representaron 0.0035% de este rubro de gasto, porcentaje claramente insuficiente.

Se ha mencionado mucho que la reforma hacendaria se quedó corta. Generó demasiadas expectativas y al final, los ingresos aumentaran menos de lo que necesita el Estado, dadas las muchas necesidades y presiones de gasto. La recaudación tributaria ha aumentado en estos primeros meses –sin duda– pero como se mencionó anteriormente los efectos e impactos de la reforma hacendaria, hasta ahora, no han sido significativos especialmente cuando comparamos el crecimiento de los ingresos presupuestarios en otros años “sin reforma impositiva”. Quizás es pronto para evaluar en serio la reforma hacendaria y hay que decirlo.

¿Qué nos queda? Continuar insistiendo para que al menos se cumpla la parte de mejorar la calidad del gasto, se reduzcan los gastos innecesarios o excesivos del gobierno, se trabaje en la transparencia presupuestaria y se rindan cuentas a través de mecanismos que permitan ligar la mayor información a mejores resultados.

Para mayor información consultar: 1) Reforma Fiscal 2014, PWC en www.pwc.com/mx/reforma-hacendaria-2014, y 2) Situación de las Finanzas Públicas y la Deuda Pública: 1er Trimestre 2014. Ricardo Cantú Calderón. CIEP.

Liliana Ruiz Ortega