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De activismo y azares de la vida

La vida, como dice la canción, es una tómbola. No sabemos en qué adversos o extraños escenarios nos colocará, qué alternativas tendremos y a qué resultados llegaremos. Lo mejor que podemos hacer es plantarnos en esas circunstancias y tratar de salir adelante. En el ámbito de los derechos humanos, la cosa es básicamente igual y ciertamente más trágica. Lo es, al menos desde mi óptica, cuando la realidad aplastante te desanima y desalienta. Dejar o reorientar el activismo o el trabajo desde la sociedad civil pasa por reflexionar y sentir que tal vez la apuesta de cambio está en otro lugar. Lo cierto es, que esa lucha que hacen las organizaciones y los movimientos sociales tiene un profundo y trascendente sentido. Para mi lo tiene y lo seguirá teniendo.

Poco escribimos sobre la decisión de vida que significa trazarse una ruta como defensor o defensora de derechos humanos. Poco se habla de la convicción y decisión que requiere para quienes hacen su vida el trabajo desde el enfoque de derechos, buscar ser coherentes desde esa profesión y la tenacidad que se requiere para mantenerse ahí pese a la frustrante realidad de saber que los asesinatos, desapariciones y violaciones a derechos aumentan. Poco se habla de la entrega que se debe tener tanto para el litigio, análisis e interlocución que se debe apuntalar cada día para mantenerse en la convicción que las instituciones y esta realidad puede ser diferente.

Hasta ahora, parecen líneas muy sueltas, pero lo que buscan expresar es que la sociedad civil y los movimientos sociales que trazan su trabajo sobre la ruta del respeto y promoción de los derechos humanos, son no sólo un contrapeso del poder y la corrupción. Son el sentido y la vocación lo que le ha dado a muchos proyectos de vida el continente para emprender grandes historias de vida y cambios tan sustanciales como mantener la esperanza de que otro México es posible. Poco se les menciona, poco se les mira en la opinión pública desde ahí, desde la importancia y sentido de su trabajo. Organizaciones como Fundar, Centro de Análisis e Investigación en donde tuve el honor de trabajar, organizaciones como el Centro de Derechos Humanos de la Montaña, Tlachinollan que hace una semana cumplió veinte años de trabajo o resistencias desde la ciudadanía como el pueblo Yaqui, que desde la supervivencia lucha por su tierra, territorio y recursos naturales. Estos movimientos, son los que inspiran a un sector que se preocupa por vivir diferente y porque – en crescendo- más personas vivamos en la autonomía y dignidad de construir nuestros proyectos de vida en contextos de respeto a nuestros derechos.

Es así que abusando del espacio y sin líneas elaboradas, sólo quiero reconocer y celebrar el activismo que vive en este país. A cada uno y una de mis colegas y a cada una de esas personas que han apostado al cambio desde el sacrificio y profunda convicción que requiere dar trabajo a una causa civil y social. La lucha sigue y en los azares de la vida la apuesta de cambio toma rumbos y sentidos.

Claudia López

http://blogs.eluniversal.com.mx/weblogs_detalle20627.html