El viernes 26 de septiembre, al menos 110 estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, Guerrero, la mayoría de primer año, regresaban a la escuela en autobuses después de realizar una colecta de recursos por medio de boteo. En su regreso fueron perseguidos y detenidos a balazos por la policía municipal de Iguala, Guerrero. La policía abrió fuego en contra de ellos y también rafaguearon a un camión donde se trasladaban los jugadores de futbol de tercera división, los Avispones, y un colectivo que circulaba por el lugar. Decenas de estudiantes fueron heridos y otros 20 normalistas aproximadamente fueron detenidos con violencia y sin dar información sobre su paradero. Dos personas del equipo de Avispones y una ama de casa que viajaba en taxi fueron asesinadas.
Esa noche los estudiantes se congregaron en el mismo lugar de la primera agresión y convocaron a periodistas a una rueda de prensa para denunciar los hechos cuando fueron nuevamente agredidos a balazos por un grupo de civiles armados. Tres estudiantes resultaron asesinados, uno de ellos fue encontrado el día domingo con señas de tortura y violencia extrema. La lista de desaparecidos que ya se reportó desde el viernes creció a 53 estudiantes. Hasta hoy siguen desaparecidos 43 estudiantes.

¿Pero quiénes son los estudiantes de Ayotzinapa?
Son jóvenes de familias campesinas de escasos recursos que encontraron en la Normal Rural la oportunidad, que para muchos en el país es un privilegio inalcanzable: estudiar una licenciatura y poder aspirar a un trabajo. Probar su procedencia campesina y de bajos recursos es requisito de ingreso. Apenas este año 140 jóvenes lograron ingresar a las carreras de educación primaria y educación primaria intercultural bilingüe, y formar parte de la comunidad de alrededor de 500 estudiantes.
La Normal Rural les posibilita a estos jóvenes soñar en colectivo al tiempo que se forman como maestros, pero dados los escasos recursos de su escuela, también estos tienen que defender su espacio de formación y organizarse para que mejoren sus condiciones de vida y estudio.
Desde la fundación de la Normal Rural en Ayotzinapa el 2 de marzo de 1926, sobresalen los esfuerzos de sus estudiantes y maestros para mejorar el plantel y defender la permanencia y funcionamiento de la casa de estudios. Desde sus orígenes las normales rurales se fundaron con el objetivo de hacer realidad el derecho a la educación para los pobres y de formar maestros con consciencia política y de clase como agentes de cambio y transformación en regiones marcadas por históricas desigualdades e injusticias.
Hasta la fecha los estudiantes siguen manteniendo ese proyecto y saben que parte de ese quehacer involucra su propia organización para la recaudación de fondos, así como participar en movilizaciones para exigir al gobierno mejoras en las instalaciones y servicios de la escuela, para asegurar la existencia de plazas para maestros egresados de la Normal y para ampliar la matrícula de estudiantes.

¿Por qué tanta violencia en contra de ellos?
Varios gobiernos de la entidad han reprimido en numerosas ocasiones la organización de los estudiantes, desde la década de los cuarenta, hasta varios golpes asestados en años recientes: 2005, 2007 y 2011. El 12 de diciembre de 2011 la represión por parte del del gobierno estatal ocasionó graves daños pues involucró a dos estudiantes asesinados, cerca de 50 detenciones, y varios lesionados. Los estudiantes todavía recuerdan hoy la falta de justicia sobre esos hechos, pues los policías que en su momento fueron aprehendidos por tener alguna responsabilidad fueron finalmente liberados.
Pero la violencia reciente del 26 y 27 de septiembre es aún más desgarradora y más inhumana; por el hecho de existir tantas desapariciones de estudiantes, por las abiertas y desfachatadas agresiones ejercidas en contra de ellos; por la saña en la tortura de quien ya fue identificado; por la ineptitud de los gobiernos para encontrarlos con vida y dar respuesta y certidumbres a sus familiares; por la innegable y perversa conexión entre la policía municipal de Iguala y el crimen organizado.
Ayotzinapa nos duele porque evidencia la violencia sin límites y las instituciones de gobierno en una actuación criminal y sin sentido. Fundar, Centro de Análisis e Investigación se suma a la indignación y a las voces que demandan el regreso de los estudiantes desaparecidos. Exigimos también se realice una investigación que esclarezca los hechos y que determine responsables, y que se garantice el derecho de los familiares y la sociedad en su conjunto a la verdad y la justicia.

Daniela Ramírez

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