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Espacios de esperanza: refugios para mujeres y niños víctimas de violencia en México

Los refugios para mujeres víctimas de violencia extrema “son hogares y espacios cálidos, en donde las mujeres viven, conviven y aprenden a tener otras formas de relacionarse y sobre todo reencontrarse a sí mismas”, me dice Wendy Figueroa, Coordinadora de la Red Nacional de Refugios, mientras platicamos en el jardín de una casona colonial ubicada en el barrio de Santa Catarina, en el corazón de Coyoacán. Estamos sentadas en una banca roja tapizada con mosaicos de talavera. Y a pesar de que los árboles hacen sombra, noto que los ojos castaños de Wendy se iluminan cuando comenzamos a hablar de los refugios; causa en la que ha trabajado desde hace más de 16 años cuando descubrió, por primera vez, un refugio en el Distrito Federal. “Es muy apasionante estar en un refugio no sólo porque aprendes de esas mujeres valiosas y valientes, sino que también te reconoces y te conoces y puedes crear muchas cosas en beneficio de ellas y de sus hijas e hijos”, continua Wendy.

De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones de los Hogares (ENDIREH), 42% de las mujeres unidas o casadas de 15 años o más ha sufrido alguna forma de violencia de pareja alguna vez en su vida. En esas ocasiones en que la violencia en el ámbito familiar puede ser extrema, los refugios emergen como espacios confidenciales, seguros, temporales y gratuitos que brindan atención integral –médica, psicológica, legal, educativa y de trabajo social– a las mujeres víctimas de violencia y a sus hijos e hijas por un periodo de hasta tres meses.   Mediante su modelo de atención y su equipo multidisciplinario e integral, los refugios ayudan a las mujeres a entender sus derechos y a ejercerlos. Para Wendy, los refugios juegan un papel fundamental, ya que “son escuelas de vida, en donde se restituyen derechos y donde las mujeres empiezan a identificar el poder que tienen como ciudadanas y cómo ejercerlo para poder desarrollarse integralmente y definir su proyecto de vida y el de sus hijos e hijas.” Y es que la importancia de los refugios en nuestro país es tan crítica, que muchas veces pueden ser la diferencia entre la vida y la muerte de una mujer víctima de violencia o de sus hijas e hijos. A pesar de su relevancia, en México operan sólo 72 refugios y existe sólo uno por cada 900,000 mujeres. Dados los altos índices de violencia y la normalización de la misma en nuestro país, el número tan bajo de refugios es preocupante.

Los refugios enfrentan también diversos desafíos relacionados con la política pública poco efectiva en la que se insertan, tal como señala el Diagnóstico sobre los refugios en la política pública de atención a la violencia contra las mujeres en México, publicado y presentado por Fundar la semana pasada. Entre los hallazgos más importantes de este Diagnóstico es que existen cuatro programas presupuestarios a los que pueden acceder los refugios. Sin embargo, éstos no están conectados entre sí y cada uno es ejecutado por una agencia diferente bajo distintas reglas y modalidades de acceso, lo que obliga a los refugios a competir cada año por recursos y a invertir mucho tiempo en cumplir con los requisitos de cada una de las diferentes convocatorias. Adicionalmente, el Diagnóstico encontró que el financiamiento que proviene del Centro Nacional de Equidad y Género de la Secretaría de Salud y que representa el 90% de los recursos que reciben los refugios en México ha tenido una disminución real en los últimos años, además de que no cuenta con criterios claros y transparentes de asignación. Finalmente, los recursos que se otorgan a los refugios por este Centro tienen retrasos importantes, que pueden ir de los tres a los seis meses, lo que impacta negativamente y de forma crítica en los servicios y la atención integral que se brinda a las mujeres, sus hijos e hijas. De acuerdo con Wendy, estos retrasos obligan a los refugios a reducir su personal drásticamente por falta de recursos para pagar sus sueldos o a pedir préstamos con sus proveedores para seguir recibiendo víveres y poder brindar un hogar digno para las mujeres, sus hijos e hijas.

Y así, aunque los árboles a nuestro alrededor siguen proyectando sombra y oscurecen el ambiente, después de conocer la labor tan importante que realizan los refugios y los desafíos tan grandes que enfrentan, veo asomar un reflejo de luz. No me queda duda que los refugios son espacios de esperanza, en donde se conjuga un equipo de trabajo apasionado, especializado y comprometido con mujeres, niños y niñas que buscan construir una historia de vida diferente, una en donde ejerzan, vivan y gocen día con día de sus derechos.

Desde Fundar, Centro de Análisis e Investigación queremos impulsar una mayor articulación de los programas existentes y una revisión de la política pública para garantizar la sustentabilidad de estos espacios de esperanza, empoderamiento y construcción de nuevos proyectos de vida libres de violencia para las mujeres, niños y niñas

Janet Oropeza Eng