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La Auditoría se encuentra en juego

El riesgo de captura de la Auditoría Superior de la Federación (ASF) es latente. Un acuerdo de convocatoria fast track y la indefinición de los criterios de selección abren la puerta para un proceso discrecional donde se designe bajo una lógica partidista, a costa de una de las pocas instituciones que aún gozan de cierta legitimidad.

La designación del siguiente titular de la ASF se da en un contexto de incertidumbre y pugnas partidistas por las designaciones pendientes del fiscal anticorrupción, la FEPADE, la PGR y los magistrados anticorrupción.

Este contexto, aunado a la rapidez con la que la Comisión de Vigilancia aprobó la escueta convocatoria nos empuja a pensar en la posibilidad de que bajo un acuerdo entre actores políticos se acuerde una figura dócil y cercana al poder que reduzca la labor de la Auditoría o la realice con mano temblorosa.

Hoy en día la ASF es una de las instituciones que aún cuenta con legitimidad, es un órgano con autonomía técnica y de gestión de la Cámara de Diputados que, como su nombre lo indica, audita las cuentas públicas de los tres poderes y organismos públicos en el ámbito nacional.

Si bien la ASF no logra auditar la totalidad de los recursos públicos, el universo que revisa ha permitido, además de la recuperación de recursos mencionada, hacer denuncias penales. Según datos propios de la Auditoría de 1998 a 2016 realizaron 872 denuncias penales.

Los informes de la ASF son tan relevantes en la vigilancia de nuestros gobiernos que son la materia prima bajo la cual se da seguimiento a los recursos públicos, se detectan anomalías en el ejercicio presupuestario y también en los criterios bajo los cuales se crean e implementan programas públicos.

El trabajo de esta institución es fundamental en el combate a la corrupción, por ello forma parte del Sistema Nacional Anticorrupción, desde donde fue fortalecido su trabajo para generar mejores y más oportunos insumos en el seguimiento de actos de corrupción.

Es esta institución, la que da seguimiento a los recursos públicos federales y vigila que sean ejercidos bajo criterios claros y en beneficio real de las personas, la que en estos días se juega su prestigio y legitimidad en un proceso de designación que al momento no pinta nada bien.

Es por ello que varias organizaciones nos hemos dado a la tarea de exigir que se componga el proceso de designación mediante la incorporación de estándares de transparencia, participación y rendición de cuentas. Estos estándares permiten quitar de la pugna partidista y el acuerdo cupular la designación y lo trasladan a la arena pública donde deberán dar la discusión, justificar la designación, escuchar a la sociedad civil y construir criterios bajo los cuales no quepa duda de las credenciales y la independencia de quien dirija la Auditoría Superior.

El proceso de designación de la ASF inició a puerta cerrada, pero puede no seguir así. La Cámara de Diputados, y en especial la Comisión de Vigilancia de la Auditoría Superior de la Federación, pueden dar ejemplo de formas más democráticas de ejercer su función legislativa. El parlamento abierto es más que una moda y un membrete, es una nueva manera de acercarse a una ciudadanía que cada vez pugna más por espacios de participación.

La Auditoría está en juego, y con ella la posibilidad de identificar negligencia en el ejercicio de recursos y actos de corrupción. Cederla ante el poder puede significar una mayor dificultad de combatir la corrupción y la impunidad.


[ Por: Renata Terrazas ]

[ Artículo en Animal Político ]