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Los migrantes continuarán sufriendo las consecuencias

Nos encontramos a José afuera del comedor para migrantes en Nogales, Sonora. Tiene 23 años y un par de días antes había sido deportado de EUA. Lo detuvieron por una infracción de tránsito en el lugar de California donde vive con su mujer y sus dos hijos. Afirma que ya van 16 veces que lo deportan. Le preguntamos entonces que por qué no regresa a Michoacán, de donde es originario, y que para qué vuelve a arriesgar su vida en el desierto de Arizona. Nos contesta que no tiene nada en México, que sus padres lo llevaron a Estados Unidos cuando tenía tres años y que allá está su vida. Poco tiempo después nos pide que le hablemos mejor en inglés, porque ya no entiende bien el español.

Cuento esta anécdota para problematizar sobre las complejas dinámicas involucradas en los procesos migratorios. Y tal pareciera que tanto en EUA como en México no toman en cuenta estas dinámicas para atender las causas de la migración y adecuar sus marcos normativos y administrativos —por no mencionar el largo camino que todavía falta recorrer en ambos países para protejer los derechos de los migrantes y sancionar a aquellos quienes los vulneran—.

Quedémonos en la zona de Arizona-Sonora, señalada en este momento como una de las partes más “tranquilas” de la frontera entre Estados Unidos y México. A pesar de la relativa seguridad, existe un sinnúmero de violencias que sufren los migrantes; mismas que han sido señaladas y documentadas por organizaciones que trabajan en ambos lados de la frontera y que están reunidas en redes como Iniciativa Frontera Norte de México e Iniciativa Kino para la Frontera.

Muchos de estos problemas están relacionados con una práctica reciente de las autoridades de EUA conocida como la “deportación lateral”: no se expulsa a la persona en el mismo lugar donde entró, sino en otro lugar —normalmente muy lejos de ahí, como podría ser en este caso Nuevo Laredo o Reynosa—. Al parecer, esta práctica está orientada a desalentar a las personas a que crucen nuevamente; sin embargo, tiene gravísimas consecuencias. Para empezar, las personas pueden ser deportadas de noche en lugares donde hay presencia del crimen organizado y de esta forma, ni las autoridades mexicanas ni las organizaciones civiles tienen las condiciones necesarias para recibirlas.

Otra práctica de las autoridades estadounidenses que también parece estar dirigida a disuadir a los migrantes es la de no devolverles sus pertenencias. El no contar con dinero, documentos de identificación o los datos de contacto de sus familiares, aumenta considerablemente la vulnerabilidad de las personas deportadas.

La situación se vuelva más trágica cuando los padres son separados de los hijos por la deportación. La separación familiar se puede dar en diferentes momentos: antes de la deportación de los padres o también durante el proceso. Cabe aclarar que ya existen acuerdos sobre qué lugares y horarios son adecuados para la deportación de mujeres y niños; sin embargo, ¿se pueden imaginar lo traumático que puede ser para un menor de edad este tipo de procedimientos? Las autoridades mexicanas que trabajan en la frontera, como el personal consular, el Instituto Nacional de Migración y el DIF, hacen grandes esfuerzos pero hay pocos recursos para atender a este fenómeno y no existe todavía una buena coordinación entre ellos.

Es por el esfuerzo titánico de organizaciones civiles y religiosas que trabajan en la frontera que los migrantes reciben la ayuda necesaria: un lugar donde dormir, comida y atención médica. En la medida que les sea posible, por las duras circunstancias, las organizaciones también trabajan para sensibilizar a las comunidades fronterizas y continúan con el importante trabajo de documentar violaciones a derechos humanos. Del lado estadounidense, organizaciones como No Más Muertes orientan a los migrantes en su cruce del desierto y la Coalición de Derechos Humanos ayuda a los familiares que se quedaron atrás a encontrar a sus desaparecidos.

Políticas para desincentivar la migración, tanto estadounidenses como mexicanas, difícilmente van a disuadir a migrantes como José. Lo dramático es que como él hay muchas personas en todo el mundo y su determinación es admirable. Por lo mismo, las políticas de deportación o repatriación dificilmente lograrán reducir la movilidad humana. Mientras el enfoque de las políticas migratorias siga siendo el mismo en ambos lados de la frontera, se seguirán desperdiciando recursos públicos y trágicamente, los migrantes continuarán sufriendo las consecuencias.

José Knippen

http://blogs.eluniversal.com.mx/weblogs_detalle18161.html