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Que no te confundan: el fracking no se puede regular

Esta técnica supone la emisión al aire de contaminantes peligrosos que tienen serias implicaciones para la salud.

En su discurso, las autoridades públicas nos dicen que, bien regulada, se evitarán los daños de esta técnica sobre las poblaciones, el ambiente y el clima y, se promoverá un uso “responsable”. Con este argumento en mente, la Agencia de Seguridad Industrial y Protección al Ambiente (ASEA) publicó en marzo de este año los lineamientos en materia de seguridad industrial, seguridad operativa y protección al ambiente para proyectos de gas y petróleo no convencionales. Mientras que están en trámite de aprobación los lineamientos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) sobre uso de agua para este fin.

Sin embargo, la realidad es muy diferente ya que el fracking no puede ser regulado. Como señalan Eduardo D’Elia y Roberto Ochandio, ingenieros petroleros con larga experiencia en este sector, se trata de una técnica experimental. Lo que significa que, a pesar del monitoreo en superficie para controlar la evolución de las fracturas, no se puede evitar que alcancen zonas porosas y permeables, por fuera de la formación a fracturar.

De esta manera, los fluidos utilizados, altamente tóxicos, junto con hidrocarburos de formación y otras sustancias presentes en el subsuelo, incluyendo metales pesados y elementos radioactivos, se escapan y llegan a los acuíferos, la superficie e, incluso, la atmósfera.

Su carácter experimental también implica que no se puede evitar la comunicación de las tremendas presiones a través de cañerías o cementaciones, las cuales se fisuran y rompen, lo que supone otra fuente inevitable de contaminación.

Por su parte, la revisión realizada en 2015 por las asociaciones Concerned Health Porfessionals de Nueva York y Physicians for Social Responsability de los estudios realizados por la industria, así como de análisis independientes, indica que, con los materiales y la tecnología que están disponibles en este momento, no pueden evitarse los problemas de ingeniería inherentes a este método; los cuales incluyen sismos antropogénicos, fugas de metano y deterioro del revestimiento y la cementación de pozos.

Asimismo, su examen de la literatura médica y de salud pública avalada por expertos y expertas no encontró pruebas de que la fractura hidráulica pueda llevarse a cabo de forma que no amenace la salud humana. Con base en esta evidencia, ese mismo año el estado de Nueva York prohibió el fracking en su territorio, con el objetivo de proteger la salud de la población, el agua y el ambiente.

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“Su carácter experimental también implica que no se puede evitar la comunicación de las tremendas presiones a través de cañerías o cementaciones, las cuales se fisuran y rompen, lo que supone otra fuente inevitable de contaminación”.

Para entender qué significa esto en la práctica y cuáles están siendo las consecuencias del fracking en Estados Unidos, país donde esta técnica está sujeta a diferentes tipos de regulación, bastan algunos de los datos incluidos en el informe de 2015 de Food & Water Watch“Por qué es urgente prohibir el fracking”. En cuanto a la contaminación del agua, solo en Colorado se han reportado alrededor de 2,500 fugas desde principios de 2010, de las cuales 6% contaminaron aguas superficiales y 17% aguas subterráneas.

Mientras que en Dakota del Norte, la industria del petróleo y el gas también informó en 2011 de más de mil derrames. Ello pone en peligro las fuentes de agua para consumo humano y su uso en otro tipo de actividades, como la agricultura. De esta manera, el fracking vulnera el derecho humano al agua y a la alimentación.

Asimismo, esta técnica supone la emisión al aire de contaminantes peligrosos que incluyen dióxidos de nitrógeno, monóxido de carbono, partículas y compuestos orgánicos volátiles (COV), tales como los hidrocarburos benceno, tolueno, etilbenceno y xilenos (BTEX), y diversos hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP), los cuales tienen serias implicaciones para la salud.

Por su parte, los residuos sólidos producidos por la técnica pueden dar lugar a la obstrucción de rellenos sanitarios y a derrames de lixiviados (líquidos producidos por la descomposición de la basura o por lavado de la misma por las aguas de lluvia) con diferentes contaminantes, entre ellos materiales radiactivos. Debido a que la vida media del radio 226 es de 1600 años, este tipo de derrames contaminan el suelo circundante y las cuencas hidrográficas durante siglos. Todo ello, amenaza el derecho a la salud de las poblaciones presentes y futuras, así como el de vivir en un medio ambiente sano. Derechos todos ellos que el Estado mexicano debe garantizar.

Por todas estas razones, varias organizaciones y colectivos han levantado su voz para denunciar los intentos de regulación de esta técnica en México, dada la imposibilidad de que, a través de la misma, se puedan evitar los daños y poner en peligro la vida. Por su parte, la Alianza Mexicana contra el Fracking publicó un comunicado en que señala que los lineamientos de ASEA y Conagua son “inefectivos para evitar los impactos irreversibles y daños irreparables a causa del fracking, jurídicamente débiles e inoperables”.

Mientras que desde otros frentes se está promoviendo una petición para demandar que no se autorice el uso de agua para este fin en el país. Todas estas acciones tienen como común denominador la exigencia de que el fracking sea prohibido en México, como única vía para evitar sus afectaciones negativas, tal como lo han hecho ya Francia, Bulgaria e Irlanda, entre otros países.

Desde este espacio y por las razones expuestas, respaldamos esta exigencia y les invitamos a sumarse a la misma. La defensa de los derechos humanos y el ambiente es algo que nos atañe a todas y todos y solo de manera colectiva lograremos dar los pasos que para ello se requiere.


 [ Por Aroa de la Fuente ]

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