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El precio de la desigualdad es algo que ya no debemos tolerar

Foto: AdobeStock

Los principales debates en torno a la reducción de la desigualdad se han enfocado en cómo lograr sacar de la pobreza a los más de 60 millones de mexicanos que viven en condiciones de discriminación, sin detenerse demasiado en analizar qué está haciendo el Estado para evitar que quienes viven en lo más alto de nuestra pirámide social incrementen su poder económico y político de manera injusta y en perjuicio de todos los demás.

Las causas y consecuencias de la altísima concentración de la riqueza apenas comienzan a discutirse en nuestro país, y más nos vale que venzamos los tabúes y nos interesemos más en reducir la gran brecha que nos divide.

 Aunque no existe un dato preciso, según la estimación de Miguel del Castillo, consultor de la CEPAL, de cada 100 pesos que se producen en México, el 10% de la población se queda con 66 pesos. Ante esta realidad, hay quienes creen que la desigualdad es un mal necesario para lograr un mayor crecimiento económico, y que en algún punto la riqueza logra filtrarse y beneficiar a quienes se encuentran en los estratos económicos más bajos de la sociedad.
En contraste con esta posición, estudios como Desigualdad extrema en México, de Gerardo Esquivel, y la propia realidad actual, han demostrado que por sí misma la concentración de la riqueza impide el crecimiento de nuestro mercado interno, y que mientras la riqueza de los multimillonarios mexicanos ha aumentado en los últimos años, la clase media y baja continúa estancada y vive en peores condiciones.
Un primer paso para avanzar en la reducción de la gran brecha que nos divide consiste en mejorar nuestra política tributaria, un campo en donde las élites económicas han logrado hacer valer sus intereses. Debemos enfocarnos en la manera en que nuestro sistema fiscal otorga privilegios que no tienen razón de ser y se sostiene desproporcionadamente de las contribuciones de la clase media y baja. Imitar el impuesto a las herencias que es aplicado en otros países (sin que se afecte el patrimonio de quienes menos tienen), incrementar la tasa de las ganancias que obtiene el sector financiero, restablecer el pago de las tenencias, corregir las fallas en la recaudación del predial, poner fin a la condonación injustificada de impuestos, combatir la evasión fiscal, e incluso aumentar la tasa del impuesto sobre la renta de quienes viven en el penthouse de nuestra sociedad son algunas medidas que deberían ser incluidas (o por lo menos propuestas) dentro de cualquier reforma fiscal que se jacte de ser integral.
Exigir que nuestro gobierno recaude más impuestos puede parecernos una mala idea, sobre todo porque se nos ha inculcado falsamente que pagar menos impuestos equivale a ser más libres, pero si como sociedad queremos tener más oportunidades y tener un crecimiento económico real y sostenible, no podemos avalar cualquier discurso anti-impuestos sin antes haber considerado que quienes más riqueza poseen serán los únicos beneficiados si las cosas permanecen como siempre.

El debate no será sencillo y las resistencias serán difíciles de superar, pero el precio de la desigualdad es algo que ya no debemos tolerar.

[ Por Iván Benumea ]

[ Artículo en Huffington ]