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Cada mujer cuenta

¿A cuántas mujeres les ha sido arrebatada la vida con violencia, odio y discriminación? Tener claridad sobre este dato es clave para que una sociedad no sea carcomida por el olvido, la insensibilidad, y la injusticia. Indispensable también es que el Estado no se desentienda de sus responsabilidades en cuanto a la garantía, protección y promoción del derecho de las mujeres a una vida libre de violencia. Sin embargo, no sabemos a ciencia cierta cuántas son las víctimas de feminicidio porque lamentablemente las autoridades no están interesadas en conocer a detalle cómo se genera la violencia, quiénes son sus blancos comunes, quiénes son los perpetradores y cómo se reparan los daños. Este desconocimiento se ha vuelto parte del sistema de violencia que permite que este fenómeno se perpetúe indefinidamente.

De acuerdo con el Observatorio Ciudadano Nacional de Feminicidios, de enero de 2009 a junio de 2010 se registraron 890 feminicidios en el país. Pero las víctimas no son solo esas mujeres, también lo son las personas que se quedan con el dolor y con el recuerdo de quiénes les fueron arrebatadas: familiares, hermanos, hermanas, madres, padres, amigas, amigos. Se quedan con la voluntad de exigir verdad y justicia para que estos actos deshumanizantes no vuelvan a ocurrir, no pasen de largo y se olviden en la historia.

Los feminicidios acarrean toda una serie de impactos dolorosos en las personas, pero también hay un momento de transformación. Lo vemos cuando los familiares víctimas de esta violencia escuchan y hablan con otras personas que atraviesan el mismo sufrimiento, y poco a poco los casos que parecían tragedias aisladas e individuales dan cuenta de una situación que lamentablemente es más grande y en donde las culpabilidades se extienden desde los agresores hasta las autoridades. Y menciono a la autoridades porque cada vez es más frecuente que los familiares de las víctimas las acusen de menospreciarlos cuando las presionan para apresurar la investigación de los hechos, de cuestionar su honorabilidad al asociarlos con el crimen organizado, y de responsabilizarlos por la tragedia. Digo, no es mucho que los responsables de impartir justicia en este país hagan lo que les compete para esclarecer los hechos: encontrar a los culpables, reparar los daños y generar las condiciones para que no ocurran nuevamente los hechos.

Lo anterior son apenas algunas de las reflexiones que van germinando en el grupo de acompañamiento de familiares víctimas de feminicidio con el que Fundar, Centro de Análisis e Investigación, ha trabajado en los últimos meses.

Históricamente, la organización de las víctimas de la violencia ha sido parte de un movimiento por democratizar las sociedades. Son muchas las experiencias que así lo muestran, las abuelas y las madres de la Plaza de Mayo de Argentina, la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala, y el Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras. En México también existen experiencias similares de lucha para que el Estado responda ante la desaparición de personas y cada vez se van levantando más voces que visibilizan los feminicidios y reclaman justicia. Vale la pena resaltar el trabajo de las madres de Nuestras Hijas de Regreso a Casa en Chihuahua y de la organización Justicia para Nuestras Hijas.

La organización de familiares víctimas de feminicidio representa una inspiradora lucha hacia el reconocimiento de derechos y la democratización del país. Una sociedad en la que sus mujeres son asesinadas sin que las autoridades hagan justicia y donde no se vele por sus derechos y los de las víctimas, no puede ser llamada democrática.

Daniela Ramírez

http://blogs.eluniversal.com.mx/weblogs_detalle16292.html