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Día internacional de nuestros derechos

Los días antes y después del 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, suelen estar llenos de eventos de distintos tipos; la mayoría orientados a colocar en la opinión pública los pendientes, fallas y retos en materia de derechos de las mujeres. Pareciera que en una semana se hacen visibles todos aquellos problemas que afectan a más de la mitad de la población mundial.

Esta realidad con la que convivimos todos los días, que parece retumbar con mayores y profundos estruendos cada 8 de marzo, nos recuerda el orden (en muchos casos invisible y en otros ya un poco matizado) que impera en nuestra sociedad y en nuestras instituciones. Me refiero a ese orden de cosas mediante el cual los cuerpos y vidas de millones de mujeres se miran disminuidos o desvalorizados frente a ese entramado de los masculino que todavía legitima la impunidad frente a la violencia en contra de nosotras. Ese orden que menoscaba expresiones del género distintas a las heterosexuales y que norma aún diseños institucionales arcaicos, patriarcales y de subordinación del otro y la otra.

Es así que, pese a todas las malas noticias con las que convivimos y sobrevivimos todos los días, no está por demás hacer un breve recuento de estas violaciones a nuestros derechos. Es importante recordar la apremiante situación que viven las mujeres en torno a sus derechos sexuales y reproductivos; así lo ha manifestado constantemente la Coalición por la Salud de las mujeres que no deja de alertar sobre la falta de atención médica a mujeres embarazadas o que viven con VIH. De igual forma, no hay que olvidar el alarmante aumento de feminicidios (resalta el caso de Oaxaca): en lo que va de la actual administración han sido asesinadas 267 mujeres, según revelan organizaciones de la sociedad civil que trabajan el tema.

No sobra también traer a cuenta la injusticia impregnada de machismo que enfrentan día a día miles de mujeres a través de nuestro sistema de justicia. Claro ejemplo de ello es el caso de Yakiri Rubítras, que tras defender su vida contra sus agresores (que la secuestraron, violaron sexualmente e intentaron asesinarla) fue condenada al pago de una suma exorbitante por concepto de cargas procesales, reparación del daño y fianza. A pesar de que Yakiri salió del Centro de Readaptación Social Femenil de Tepepan, esto no significa que ha sido absuelta por salvar su vida sino que seguirá con su proceso penal fuera de la cárcel.

Esta breve reflexión podría llevarnos a cuestionar aquellos roles que replicamos y que limitan nuestra libertad y las construcciones sociales que sobre la base del sexo de una persona y su orientación sexo-genérica nos llevan a discriminar. También podría ayudar a preguntarnos por los arreglos que imperan en los lugares de trabajo que impiden que mujeres y varones sobre la vía de los hechos generen arreglos conciliadores de la vida personal y familiar. A cuestionarnos, por ejemplo, sobre aquellas concepciones que nos hacen privilegiar ciertas nociones de belleza y repudiar otras. Cuestionarnos sobre todas aquellas muestras de violencia que significa la violencia sexual en contra de las mujeres y que en ocasiones son tan sutiles que no las aceptamos. O aquel orden de cosas que nos hace personas indiferentes al asesinato y la violencia, que lo único que hacen es sumergirnos en un orden en el que todos y todas perdemos.

Cuestionar el orden de género establecido no es un radicalismo: es un llamado a generar nuevas estructuras sociales e institucionales con mayor libertad y respeto de los derechos de las personas.

No conmemoramos el hecho de ser mujeres. Conmemoramos el hecho de ser mujeres y hombres que nos cuestionamos las desigualdades e injusticias basadas en un orden de género que legitima la violencia y la discriminación. Conmemoramos que la lucha de los derechos de las mujeres sigue presente y que los Estados deben tomar cartas en el asunto… al igual que nosotras.

**Claudia López

http://blogs.eluniversal.com.mx/weblogs_detalle19979.html