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El gas esquisto y el canto de las sirenas

El 17 de noviembre del año pasado, Jordy Herrera, quien fungía como Secretario de Energía del gobierno de Felipe Calderón, indicó que en la explotación de gas de esquisto (también conocido como gas de lutita o gas de pizarra, y en países angloparlantes como shale gas) se encontraba, palabras más, palabras menos, la llave del futuro energético de México. Más tarde, en febrero de este año, Francisco Labastida Ochoa, ex senador y ex candidato presidencial del PRI, declaró en el programa de radio de Carmen Aristegui que le urgía al país adquirir la tecnología necesaria para poder explotar este recurso. ¿A qué se debe el furor presente en la clase política en torno al gas de esquisto? Y a todo esto, ¿qué es el gas de esquisto?

Responderé a la segunda de estas interrogantes primero. El gas de esquisto no es más que el mismo gas natural que ya consumimos habitualmente en nuestros hogares y en la industria. Sin embargo, tiene la particularidad de encontrarse atrapado en formaciones de pizarra (lutita o esquisto) que se encuentran en el subsuelo. Para liberar el gas de estas rocas es necesario fracturarlas. Hasta años recientes, la tecnología para fracturar estas formaciones no existía. No obstante, con el desarrollo de la fracturación hidráulica (mejor conocida en inglés como fracking) fue posible sustituir los taladros con punta de diamante por un mecanismo de inyección de agua a una presión muy alta. El agua se mezcla con componentes cerámicos y arena para mantener las fracturas abiertas y permitir la salida del gas. Adicionalmente, se inyectan más de 3,000 compuestos altamente tóxicos que facilitan la perforación.

Con la invención de la fracturación hidráulica, yacimientos de gas esquisto hasta 3,000 metros de profundidad quedaron expuestos a ser explotados. Para la industria de los hidrocarburos de Estados Unidos esta fue una gran noticia, dado que aumentaron exponencialmente las reservas de aquel país. México, por su parte, ha descubierto que es el cuarto país a nivel mundial con reservas probables de gas esquisto. La Administración de Información Energética de Estados Unidos estima que contamos con 680 billones de pies cúbicos de gas.

Parecería que por fin encontramos el tesoro enterrado de Moctezuma, ¿cierto? Pues temo decirles que lo anterior es FALSO. Hay consecuencias muy graves que ninguno de los promotores de la explotación de este recurso, entre ellos los funcionarios del gobierno federal, está tomando en cuenta: las afectaciones a la salud y bienestar de las personas que habitan próximas a los sitios donde se realizan las fracturaciones hidráulicas.

En primer lugar, ¿cuánta agua requiere este proceso? La fracturación hidráulica implica la inyección de 300 litros por segundo. Para perforar un solo pozo se consumen de siete a veinte millones de litros. Meditemos esta cifra a la luz de la obligación constitucional (Artículo 4º) que tiene el Estado de garantizar el derecho humano al uso del agua. ¿Le daremos prioridad a inyectar agua al suelo por arriba de abastecer el consumo directo de seres humanos o la producción de nuestros alimentos?

Ahora bien, la idea general de fracturar la roca es que el gas salga por el pozo recién excavado. No obstante, uno no puede controlar hacia donde se extiendan las fracturas que uno genera al destruir la roca. Por estas fracturas el gas se escapa y, para nuestra desgracia, es muy común que se contaminen aquellos mantos freáticos que se encuentran por encima de las formaciones de esquisto. Una vez que un manto freático se llena de gas queda permanentemente inutilizado para consumo humano. Éste es un daño a la población sumamente común en estados de la unión americana como Texas y Pennsylvania, entre otros, donde prolifera la extracción de gas de esquisto. YouTube alberga docenas de videos de ciudadanos estadounidenses que, literalmente, prenden fuego al agua que sale del grifo de su cocina. No me crean a mí. Coloquen las palabras “fracking, tap water” en el buscador de YouTube y escojan cualquier video. Aquí hay un ejemplo.

Tenemos que sentar muy bien nuestras prioridades. Por generarle ingresos al Estado, ¿vamos a dejar a poblaciones y ciudades enteras sin agua? ¿Qué opinarían los habitantes de los estados de Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y Veracruz (donde se encuentran las reservas de gas de esquisto del país) si tuviesen información completa sobre los grandes riesgos que conlleva explotar este recurso? Por otra parte, ¿realmente necesita el mundo quemar más hidrocarburos? Cada vez que hay un descubrimiento de este tipo todo mundo parece olvidar que nos encontramos a unos años de llegar al punto de no retorno con respecto al alza de las temperaturas globales provocada por la quema de gases de efecto invernadero. ¿Por qué no nos sentamos a escuchar a nuestro Premio Nobel, Mario Molina, con respecto a los riesgos de continuar por esta vía y damos los primeros pasos hacia una transición energética? ¿Qué nos impide navegar lejos de aquellas sirenas que nos seducen con sus cantos hacia nuestra perdición?

*Francisco Cravioto

http://blogs.eluniversal.com.mx/weblogs_detalle17922.html