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Elgar, el niño hondureño en Tenosique

Hoy decidí salir a buscar un lugar con aire acondicionado en el centro de Tenosique, Tabasco, para escaparme un ratito del tremendo calor que está haciendo en la casa del migrante (La 72, Hogar Refugio para personas migrantes). Anoche había tanta gente, que los dormitorios ya no daban abasto; algunos se tuvieron que quedar afuera en colchones debajo del techo de la capilla abierta.

Cerca de las 9 pm, silencio total, a excepción de unos ronquidos. Esta mañana, treinta personas migrantes ya realizan el debido registro con los colaboradores de La 72 –  llegaron durante la noche calurosa. Mujeres con niños y hasta bebés en brazos. Un grupo de chicos ya está peleando las papas para la hora de la comida. Hay que llevar a algunos de ellos al Instituto Nacional de Migración (INM) para que reciban la resolución de un trámite. Están nerviosos. Mientras tanto yo me quedo en la cafetería de camino, deseándoles suerte a los chicos que van a Migración. Espero verlos de vuelta con una sonrisa, pero es difícil que se les dé la “visa humanitaria”. Esto es, más bien, una condición de estancia por razones humanitarias, por haber sido víctimas de un delito en territorio mexicano. Así es la vida cotidiana en La 72, donde todo pasa  al mismo tiempo.

Mientras me refresco, me encuentro con un chico alemán voluntario en La 72, también vino para escaparse un poco de la locura del albergue lleno y para mandar unos correos. A los pocos minutos de haber pedido un café, entra un niño de 9 o 10 años para pedirnos una moneda. Le preguntamos de dónde es, y evitando nuestra mirada, dice que de Honduras. Necesita dinero para hablar con su familia. Le hablamos de la casa del migrante, donde puede descansar y hacer una llamada gratis. Nos mira incrédulo, pero con curiosidad. El dinero realmente es para pagarle a alguien, dice, a un mexicano, a quien le debe 200 pesos, y lo está esperando aquí cerca. ¿Para qué? Para que lo lleve para arriba. ¿Hasta dónde te lleva con 200 pesos?, le preguntamos. No sé- responde Elgar.

Anda, Elgar, toma un poco de mi bebida fría, te va a hacer bien- le digo. Le volvemos a explicar de la casa. No reacciona mucho, tal vez piensa que estamos engañándolo. Pero ahí se queda viendo al piso, con una mirada triste, tal vez ni siquiera escuchándonos. Dibujamos un mapita de cómo llegar a la casa caminando. Lo ve, escucha, pero a los minutos arruga el papel. Aun así, se queda viéndonos desde la mesa de al lado. “No te podemos dar 200 pesos, sólo podemos llevarte a la casa” le dijimos. También le preguntamos si tiene miedo del mexicano que lo está esperando y dice que no. Sin embargo, al ofrecerle acompañamiento inmediato a la casa, cambia su mirada. Elgar nos dice que sí va a la casa. Mientras la camioneta de la 72 viene, sale a pedir dinero a los automovilistas que pasan afuera del café. Cuando por fin llega la camioneta, ya perdimos de vista al niño. Ha de estar en estas cuadras, no puede haber ido lejos, pensamos. Yo me quedo en el café escribiendo estas líneas, mientras el alemán sale a buscarlo.

Un día antes, estuve con Fray Tomás de La 72, las hermanas religiosas de la Casa del Caminante Jtatic Samuel Ruiz de Palenque y un compañero del Centro de Atención para Migrantes de Macuspana en Villahermosa para dar a conocer el informe “Un camino incierto. Justicia para delitos y violaciones a los derechos humanos de personas migrantes refugiadas en México” en evento mediático y para público en general. Realizamos este informe para denunciar la situación de vulnerabilidad de chicos como Elgar, que se ven expuestos a numerosos riesgos en nuestro país. No sólo por parte de los polleros y criminales, sino también por funcionarios públicos que abusan de ellos, quitándoles su dinero y agrediéndolos. También hablamos de la falta de una respuesta contundente del gobierno mexicano ante esta situación. En el informe recomendamos fortalecer los mecanismos de protección para estas personas, además de hacer justicia, acabar con la impunidad que reina cuando se cometen abusos contra migrantes y niños como Elgar.

Para disminuir el riesgo que representa pasar por México para las personas migrantes de Honduras y otros lugares, tienen que pasar muchas cosas, pero no todas son necesariamente complicadas. Una de ellas es que el INM tendrá que contar con mecanismos de control mucho más fuertes. Ahora poco se puede saber de lo que pasa con los agentes que incurren en abusos o actos de corrupción, más allá de que (dicen) que “se les separa de sus cargos”.

Una más es que la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR), disminuya los obstáculos para quienes piden asilo, sobre todo la dificultad de recibir información verídica y comprensible sobre el proceso. Por último, la PGR y las procuradurías locales deben ir más allá que sólo recibir las denuncias de las personas migrantes y realmente hacer su labor de investigación delictiva. Sin las capacidades y recursos adecuados, de poco servirá un aumento de la burocracia y menos veremos sancionados. Ahora bien, no sabemos si estos cambios todavía podrán significar algo para Elgar, el niño hondureño en Tenosique. Por el momento, sólo espero verlo al rato en La 72 con una cara menos triste.

http://www.eluniversal.com.mx/blogs/fundar/2016/04/29/elgar-el-nino-hondureno-en-tenosique

José Knippen