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Otros referentes para pensar el país

La simplificación es una tentación recurrente en la discusión de los asuntos públicos. Al amparo del consejo de mercadólogos, por ejemplo, los políticos van construyendo un discurso lleno de lugares comunes, de fórmulas mágicas y de propuestas que le coquetean a la fantasía. No es muy distinto lo que pasa en los medios de comunicación que, en su afán por no perder a audiencias que son cada vez más impacientes, se rienden ante el encabezado fácil o se entregan a la nota ligera. Agregue usted la vulgar práctica de reproducir la comunicación oficial del gobierno o la escasez de posiciones críticas frente a la misma.

Pero este no es sólo un asunto para el análisis del fenómeno de la comunicación. La construcción de una agenda legislativa, de gobierno o en general una agenda pública sobre la base de los miedos y las emociones de las audiencias es un recurso tan gastado como costoso para el desarrollo de nuestra sociedad. Lo paradójico es que a pesar del momento histórico en el que nos encontramos: cuando más conocimiento se produce y más información se genera, las propuestas y medidas gubernamentales suelen volver una y otra vez a los mismos referentes, siempre basados en el cálculo político.

De este segundo aspecto no es sólo la falta de innovación lo preocupante. Lo que merece mayor atención es lo que se hace con la evidencia, pues se ignora o se maipula. Echando mano de un poco de maniqueismo y prejuicios se puede construir una política pública sin pies ni cabeza, pero con una recepción pública extraordinaria. Populismo puro, eso sí, disfrazado de pericia tecnocrática y de debate democrático.

En los tiempos convulsos la sociedad está más nerviosa y los simplones suelen hacer su agosto. Cecilia Toledo sostiene, por ejemplo, que la política de seguridad del Estado mexicano no ha podido deshacerse de su matriz autoritaria, manisfestada en el edurecimiento de la legislación penal. Al estudiar el arraigo describe como la incorporación de figuras de excepción, bajo el pretexto de dar mayor seguridad, legitimen la actuación arbitraria de la autoridad y reucen la esfera de derechos.

Analizando la evidencia disponible y datos duros, Cecilia llegó a la conclusión de que esta práctica, implementada hace 18 años, no sólo es contraria a los estándares internacionales de derechos humanos, sino que contribuye a mantener autoridades ineficientes y al aumento de graves violaciones a los derechos humanos.

Otro ejemplo del simplismo en la reacción frente a problemas complejos lo ofrece la improvisación frecuente respecto de órganos policiales. Miguel Moguel, es un estudio sobre la nueva Gendarmería, señala los fracaos de las fuerzas de élite y presuntamente incorruptibles que le precedieron. El problema es pensar que basta con crear órganos con mayor capacidad de fuego y entrenamieto militar más sofisticado, dejando de lado cualquier reflexión sobre los mecanismos internos de control o las medidas para evitar las violaciones a los derechos humanos que afectan su desempeño.

Y así andamos, dando tumbos y comprando quieras. Ahora vamos por la desaparición de las policías municipales. De lado, tristemente, quedan estudios sobre las políticas de seguridad y un enfoque de derechos como el de Mariana Mora (ver: http://fundar.org.mx/otrosreferentes/). Por eso, en estos momentos complejos, y cuando los cambios parecen irremdiables, vale la pena alzar la voz y mostrar que, efectivamente, hay otros referentes para pensar el país.

Miguel Pulido

http://www.eluniversalmas.com.mx/editoriales/2014/12/73679.php