Quienes promovieron la reforma energética para liberalizar la industria, repetían que la exclusividad del Estado sobre esta área era una ‘excepcionalidad mexicana’ y que, por tanto, era injustificada. Por un lado, se decía que incluso Corea del Norte y Cuba – es decir países considerados no democráticos –, permiten la participación, privada o extranjera – sólo como apunte marginal: ninguno es realmente un país petrolero. Por el otro, parecía haber la convicción de que abrir la industria era indispensable para el crecimiento económico y el desarrollo integral, y que era casi una condición inescapable para considerarnos modernos y democr�...